Dubái es sinónimo de espectaculares rascacielos y glamour, por eso cuando me propusieron visitar esta ciudad de los Emirates Árabes no lo pensé dos veces.
Me fascinó la idea de visitar un lugar tan distinto a donde vivo (Monterrey, México), de costumbres tan diferentes y sobre todo, me entusiasmaba la idea de conocer el desierto, claro, además de los edificios y todo el glamour del cual habla todo el mundo.
Fui en la mejor temporada para visitarla, diciembre-enero, cuando no hace tanto calor, cerca de 26 grados centígrados (78 grados Fahrenheit), yo sé, igual es caluroso pero no quiero imaginar cómo será en el verano.
Así, con boleto en mano y preparada para esta gran aventura, cargando una maleta muy ligera, bueno no tanto, partí junto con una familia de amigos a este país árabe.
Quiero comentarles que antes de partir me asesoré con una conocida que vive en Dubái, para saber cuánto dinero podía llevarme, y es que enfrentémoslo, visitar esta ciudad es realmente caro, pero vale la pena; yo estuve seis días y viajé con una familia que conozco, pagando yo mi propia habitación y gastando en cuatro hoteles mil 279 dólares.
En mi presupuesto contemplé comidas no tan caras, pero también separé para unas dos cenas en restaurantes lujosos, (¡no podía dejar de visitarlos!), los tours y la transportación, en total llevé un aproximado de mil 500 dólares para gastar, pero si quieres comprar ropa, souvenirs o pasear sin limitarte, lo adecuado sería llevar como mil 800, aproximadamente. Por cierto, debes llevar dólares y convertirlos en la moneda del país: dirhams.
En cuanto a los hoteles, como en cualquier lugar, hay de todo, yo en lo personal me gasté un aproximado de $1,300 dólares en Dubái y en Abu Dhabi, incluyendo un hotel en el desierto que más adelante les hablaré de él.
Un dato importante y básico: nosotros habíamos planeado rentar un auto para desplazarnos, porque es más barato, el problema es que no llevábamos licencia de conducir internacional.
Si estás considerando esta opción, ve preparado, pero también toma en cuenta que la forma de conducir en Dubái es muy muy diferente a lo que puedas haber experimentado, por ello nosotros nos sentimos más tranquilos cuando vimos el estilo de manejar de nuestros anfitriones.
Nos desplazamos en taxi, de esta forma nos dividimos el costo entre cuatro y nos salió más barato que viajar en el metro, por muy espectacular y moderno que esté, por cierto es tan de última tecnología que no tiene chofer.
Ahora, empecemos con las bellezas de estas ciudades. Simplemente les diré que todo lo que escuché sobre Dubái fue poco. ¡Qué ciudad tan bonita, tan nueva, con tanto dinero y sobre todo, con un crecimiento urbano tan veloz, que estoy segura que si vuelvo, no me voy a encontrar lo mismo.
Ahí todo, o casi todo, es «el más»: el edificio más alto del mundo, el hotel con más estrellas del mundo, el mall más grande del mundo. Leí por ahí que Dubái tiene el objetivo de convertirse en el Hong Kong árabe pero con las luces de Las Vegas y pues sí, para allá va, no por nada es la séptima ciudad más visitada del mundo y la de mayor crecimiento.
El primer día que llegamos fuimos a visitar el edificio más alto del mundo: el Burj Khalifa, desde donde puedes disfrutar de una vista espectacular de toda la ciudad.
El segundo día de paseo fue a Palm Beach, el lugar donde viven los dubaitíes con más dinero, y sobra decir que parecía que los Mercedes, Ferrari y Lombardini los habían vendido por mayoreo ¡estaban por todos lados!
¿Te gustan las joyas? Entonces seguro te quedarán extasiado en el Mercado de Oro, el lugar donde se puede encontrar desde unos aretes hasta vestidos hechos totalmente con este precioso metal, claro, no compré nada, pero ver tanta belleza me emocionó.
Dubái es una ciudad muy moderna y nuevo y no podíamos quedarnos sin conocer su pasado, así que nada mejor que visitar el Museo de Dubái donde por cierto, me dejó impactada el que antes los habitantes tenían dos casas, ¡una para la temporada de frío y otra para la de calor! ¡Y uno batallando para pagar una sola!
Como les comenté al principio, uno de mis anhelos era ver el desierto, así que fui feliz cuando una de las opciones de hospedaje era enmedio de este famoso lugar.
Despertar y ver ese paisaje que tantas vi en películas, no tuvo precio, y lo que vino después también fue una experiencia espectacular.
Nos lanzamos a un Safari Tour en una camioneta 4×4. Pasear por esas dunas, es algo sin igual y ni hablar del paseo en camello.
Por cierto, si piensan que pasear en el desierto es adentrarse y caminar y caminar bajo el implacable sol, ¡nada qué ver! En realidad, nuestro tour fue por el desierto, sí, pero a un costado de la carretera, nunca nos separamos de esta vía, el guía dijo que era peligroso ¡y le creímos!
Cuando era niña, veía las películas o series sobre el desierto y veía la gente caminando bajo el sol implacable, así que me imaginaba que era calor y calor pero qué sorpresa me llevé al tocar la arena ¡estaba fría! Nos explicaron que es porque en el subsuelo hay agua y eso la mantiene fresca ¡fue increíble! ¡Solo viajando uno puede aprender tantas cosas interesantes!
Además de pasear en camioneta, también puedes hacer sky-boarding, pruébenlo, se van a divertir. Vean aquí mi destreza ☺.
Nuestro objetivo era Dubái pero no podíamos dejar de visitar Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes, y la ciudad más grande de los siete y donde vive el presidente y la familia real emiratí.
Es una metrópolis cosmopolita y el centro de la vida política del país, de las actividades industriales y de gran tradición cultural, ¡ah y es la tercera ciudad más cara de la región!
Me encantó al igual que Dubái, con sus amplias calles, modernos edificios y tiendas a más no poder.
Soñar no cuesta caro, ni siquiera en el centro comercial más grande del mundo, el Dubái Mall, que tiene muchas boutiques de lujo y joyería. No puedes dejar de darte una vuelta a ese lugar, aunque no compres, es todo una experiencia ver el lugar y su gente.
Un dato curioso, las calles se identifican por el tipo de negocios especializados que tiene, así pudimos encontrar que Hamdan Streen es la vía principal para compras; Al Najdha Street es famosa por sus ferreterías y Defense St porque sus negocios dedicados a la telefonía.
Y como todo el mundo sabe, la vestimenta es un detalle importante al visitar esta ciudad. Puedes vestirte en short o pantalones en lugares turísticos pero en otros lugares como en el Dubái Mall, por ejemplo, las mujeres musulmanas se te quedan viendo “feo” e incluso pueden decirle a seguridad que estás vestida inapropiadamente. ¿Qué puede pasar? Nada, solo el policía te pedirá que te tapes, por ello siempre es importante vestir adecuadamente.
Si vas a visitar una mezquita, la que te permita entrar, porque las mujeres no tienen permitido el acceso, tienes que vestir la tradicional y el hiyab, el velo que cubre la cabeza de las mujeres, que dicho sea de paso me encantó usarlo, pero después de dos horas ya no lo aguantaba por el calor que hacía, pero fue toda una experiencia.
Pues bien, vestida apropiadamente, me fui a la mezquita Sheikh Zayed, llamada así en honor del primer presidente de los Emiratos Árabes.
Un lugar construido con los mejores materiales del mundo: mármol, madera, piedras preciosas y semipreciosas, alfombras persas, candelabros de cristal… Un lugar precioso y exótico con capacidad para 41 mil fieles. No puedes dejar de ir, te quedarás extasiado al entrar.
Y como todo lo bueno dura poco, mi viaje acabó pronto, me faltaron lugares para visitar pero el tiempo y el dinero no me alcanzó, espero volver algún día, sobre todo iría a cenar al hotel Burj Al Arab y a conocer el rascacielos más alto de Abu Dhabi, me faltaron esos dos espectaculares lugares.
¡Hasta pronto!